domingo, 29 de abril de 2012

EL DIA D


El día que decidí no tener hijos sentí un gran alivio. Fue como si me sacara un gran peso de encima, como si me liberara de una pesada carga que venía arrastrando desde hacia años. Obviamente no fue una decisión que tome de un día para el otro. Por supuesto que no. Fue el resultado de un largo proceso del cual, para ser sincera, no tengo certeza cuando empezó. Durante la mayor parte de mi vida, consideré la maternidad como una opción válida para mí. No sé cuando aquello comenzó a cambiar, quizás fue al promediar mis treinta. En todo caso, fue un proceso que comenzó a gestarse muy lentamente. Comencé por poner excusas, casi sin darme cuenta: “Que mi matrimonio debía estar más consolidado”. “Que mi situación económica debía ser más solida”. “Que mi trabajo no era el adecuado”. “Que no poseíamos una casa propia”. “Que mi familia estaba lejos” (soy argentina y vivo en Nueva York). “Que no tenia seguro médico”. “Que el costo de una niñera en este país es muy elevado”. “Que me gustaría viajar un poco más y conocer más del mundo antes de embarcarme en semejante empresa”. Las excusas se sucedían unas a otras, y con cada excusa que ponía iba pasando el tiempo. Y así llegaron los cuarenta. Me di cuenta entonces que no tenía muchas más excusas a las que echar mano para evadir el rol que le había sido asignado a mi genero desde que el mundo es mundo. El reloj biológico había comenzado a sonar hacia ya algún tiempo en mi cabeza, pero ahora, sus tic tac se hacían cada vez más fuertes y sonoros y era ya casi imposible soportar aquel ruido ensordecedor en mis oídos. Sabía perfectamente que no podía posponer por mucho más tiempo la decisión. Tenía que arriesgarme, era ahora o nunca. Ahora o nunca. Y qué si nunca? Qué pasaría si al final decidía NO tener hijos? Que pasaba si decidía eludir esa responsabilidad y elegía vivir una vida diferente, sin bebes que lloran por las noches, sin mamaderas ni pañales que cambiar? De pronto me fui dando cuenta que bien podía decidir algo diferente para mí. La carga de tomar una decisión hacia la maternidad me había estado asfixiando durante todo ese tiempo, y noté que no tenia porque ser así, yo no tenía que sentirme presionada ni obligada a seguir ese mandato si así no lo quería. Podía decidir otra cosa. Era libre de decidir lo que realmente yo deseaba para mí, sin ningún tipo de presión. Era libre de decidir lo que YO quisiera. Esa posibilidad abrió como por arte de magia una puerta en mi interior, y me sentí de pronto más tranquila, como aliviada y liberada. Tuve entonces un momento de conciencia y de sinceridad extrema conmigo misma, y fue así que  reparé en el hecho de que durante todo este tiempo no había parado de interponer excusas frente a la posibilidad de convertirme en madre, y eso en el fondo, significaba una sola cosa: en realidad yo no quería ser una mamá. Era así de simple. Para que darle más vueltas al asunto?  Y me di cuenta  de que si tomaba la decisión de no tener hijos estaba bien también. Era una decisión de vida válida después de todo. Porque no?